No es casualidad que una estudiante secundaria agrediera a la ministra Mónica Jiménez lanzándole agua en su cara. No es casualidad tampoco que la relación entre los estudiantes y el ministerio de Educación esté en su peor momento. Y no es casualidad, que hoy únicamente se hable en la lógica del poder y no en la del respeto y la colaboración mutua.
El año 2006 la llamada “Revolución Pingüina” obligó al país a volcar las miradas hacia la educación. Hoy, en julio de 2008, los políticos no han sido capaces de ponerse de acuerdo con la ciudadanía y entregar soluciones reales que establezcan las bases renovadoras de un proyecto educativo para Chile. El intento de promulgar sin debate la Ley General de Educación da cuenta de esa realidad.
Uno de los objetivos de cualquier país responsable debe ser asegurar una educación inclusiva y de calidad para todos sus habitantes. Para eso, es necesario cambiar los paradigmas de la educación en Chile. Esto significa, realizar acciones concretas que favorezcan la cooperación, el trabajo en equipo y la innovación en las técnicas de aprendizaje.
Soy un convencido de que la responsabilidad de construir un país más justo y equitativo no es sólo del Gobierno, sino que de todos los chilenos. Es fundamental que la sociedad civil asuma su rol y se comprometa para mejorar sustancialmente la vida y el futuro de los estudiantes.
Es por eso que hace algunos años cree la Fundación Semilla, cuya misión es generar instancias de contrapeso del poder, mediante la capacitación de estudiantes secundarios en técnicas de liderazgo. En estos cursos, los jóvenes -que no tienen militancia política y donde la mayoría desconfía de los políticos- sólo nos piden que no los instrumentalicemos.
Por su propia voluntad participan los sábados en la mañana de los talleres, donde el mensaje principal es que se atrevan a ser líderes en las áreas de interés que ellos tienen: en una banda de música, un equipo de fútbol, una compañía de teatro, el movimiento estudiantil, etc.
En la Fundación Semilla estamos convencidos de que las sociedades se construyen desde la base. Estamos seguros de que si somos capaces de cambiar nuestras comunidades, podemos cambiar nuestro país. Por eso, trabajamos con jóvenes, para que ellos con respeto y preparación se atrevan a seguir sus sueños y podamos juntos cambiar Chile.
Esta es la generación más preparada de toda la historia de la Humanidad y es nuestra responsabilidad entregarles las herramientas adecuadas para que puedan desplegar al máximo sus talentos. Nuestro compromiso es seguir trabajando con dedicación todos los días para entregarle más y mejores herramientas, para que tengan más y mejores oportunidades. Los jóvenes tienen ganas de esforzarse para construir un mejor país ahora, tenemos que confiar en ellos, porque sólo así podremos cambiar Chile.
El año 2006 la llamada “Revolución Pingüina” obligó al país a volcar las miradas hacia la educación. Hoy, en julio de 2008, los políticos no han sido capaces de ponerse de acuerdo con la ciudadanía y entregar soluciones reales que establezcan las bases renovadoras de un proyecto educativo para Chile. El intento de promulgar sin debate la Ley General de Educación da cuenta de esa realidad.
Uno de los objetivos de cualquier país responsable debe ser asegurar una educación inclusiva y de calidad para todos sus habitantes. Para eso, es necesario cambiar los paradigmas de la educación en Chile. Esto significa, realizar acciones concretas que favorezcan la cooperación, el trabajo en equipo y la innovación en las técnicas de aprendizaje.
Soy un convencido de que la responsabilidad de construir un país más justo y equitativo no es sólo del Gobierno, sino que de todos los chilenos. Es fundamental que la sociedad civil asuma su rol y se comprometa para mejorar sustancialmente la vida y el futuro de los estudiantes.
Es por eso que hace algunos años cree la Fundación Semilla, cuya misión es generar instancias de contrapeso del poder, mediante la capacitación de estudiantes secundarios en técnicas de liderazgo. En estos cursos, los jóvenes -que no tienen militancia política y donde la mayoría desconfía de los políticos- sólo nos piden que no los instrumentalicemos.
Por su propia voluntad participan los sábados en la mañana de los talleres, donde el mensaje principal es que se atrevan a ser líderes en las áreas de interés que ellos tienen: en una banda de música, un equipo de fútbol, una compañía de teatro, el movimiento estudiantil, etc.
En la Fundación Semilla estamos convencidos de que las sociedades se construyen desde la base. Estamos seguros de que si somos capaces de cambiar nuestras comunidades, podemos cambiar nuestro país. Por eso, trabajamos con jóvenes, para que ellos con respeto y preparación se atrevan a seguir sus sueños y podamos juntos cambiar Chile.
Esta es la generación más preparada de toda la historia de la Humanidad y es nuestra responsabilidad entregarles las herramientas adecuadas para que puedan desplegar al máximo sus talentos. Nuestro compromiso es seguir trabajando con dedicación todos los días para entregarle más y mejores herramientas, para que tengan más y mejores oportunidades. Los jóvenes tienen ganas de esforzarse para construir un mejor país ahora, tenemos que confiar en ellos, porque sólo así podremos cambiar Chile.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario