martes, junio 27, 2006

Ministerio de Seguridad Pública:

Este proyecto no reduce la delincuencia en Chile

Marcelo Trivelli

Por fin se envió el proyecto de ley que crea el Ministerio de Seguridad Pública lo que permite llevar al primer plano de la discusión política el tema del aumento de la violencia social y la criminalidad en nuestra sociedad.

El mensaje está lleno de buenas intenciones, pero esta nueva institucionalidad y los recursos asignados, son insuficientes para dar respuesta a la demanda ciudadana, cual es, disminuir la delincuencia en Chile. Desde la perspectiva ciudadana es un mal proyecto de ley.

Primero: se consagra la doble dependencia y se trata de justificar por la vía de la dependencia de las policías de los intendentes y gobernadores: “En este esquema las Policías, en lo operativo, se coordinarán con una sola autoridad – Intendentes y Gobernadores - cuya competencia se extiende tanto al orden público como a la seguridad pública.” En el mejor de los casos, estamos trasladando la doble dependencia de las policías a los intendentes y gobernadores

Viví este problema muchas veces como Intendente de Santiago cuando, desde La Moneda, priorizaban el orden público y por lo tanto la superioridad de Carabineros, reasignaba personal de la Primera Comisaría que estaba en la calle combatiendo la delincuencia como parte del programa Seguridad Capital.

Más aún, el mensaje señala que hay que separar orden de seguridad pública porque: “la mayoría de las actividades que atentan contra el orden público no constituyen delitos y no es conveniente enfrentarlas como si lo fueran”. Este razonamiento nos llevará a no contar con herramientas operativas y legales para castigar a los delincuentes que actúan durante y al término de las manifestaciones públicas.

Segundo: El artículo quinto de las disposiciones transitorias dice: “El mayor gasto que se pueda derivar de las nuevas plantas que se fijen y del encasillamiento que se practique, considerado su efecto año completo, no podrá exceder de la cantidad de $546.000 miles.” Después de descontado los sueldos del nuevo Ministro, de los dos subsecretarios y de los trece secretarios regionales ministeriales, el presupuesto nuevo para combatir la delincuencia es menos de $1 millón por región cada mes. ¡Sin más comentarios!

Tercero: En al ámbito regional –intendencias- y provincial –gobernaciones- no existe capacidad técnica ni profesional para abordar temas nuevos. Sucesivos instructivos y reglamentos hacían, que como Intendente de Santiago, tuviera que presidir mas de 30 comisiones o comités a nivel regional sin ningún apoyo técnico que asumiera las correspondientes secretarías ejecutivas de esos grupos de trabajo. El combate a la delincuencia, con el actual proyecto de ley se convertirá en una mas de esas responsabilidades asignadas sin contraparte de capacidades técnicas.

Lamentablemente se optó, como lo señala el mensaje por un ministerio normativo sin ninguna capacidad operativa más allá de las policías. Bajo este concepto se evita un pronunciamiento respecto de otros servicios o unidades que funcionan en el aparato del Estado tales como el Ministerio Público, el Servicio Nacional de Menores, el Servicio Médico Legal, la Unidad de Análisis Financiero (investigación de lavado de dinero) radicada en el Ministerio de Hacienda y la Agencia Nacional de Inteligencia. Y para salvar la cara, se crea un Consejo de Seguridad Publica que asesorará al Ministro, de acuerdo al Artículo 16, en “la elaboración de la política nacional de seguridad pública y velará por su correcta, oportuna y eficaz aplicación al interior de los distintos organismos de la Administración del Estado”.

Si bien en el capítulo de Legislación Comparada del mensaje señala que la labor de coordinación con las demás instituciones relacionadas con la Seguridad Pública es clave para el éxito de la nueva institucionalidad, el proyecto de ley no entrega ni la autoridad ni las herramientas de gestión necesarias para cumplir su cometido. Quienes hemos abordado seriamente el combate contra la delincuencia, sabemos que el éxito en esta lucha depende en primer lugar, de la calidad de la gestión, en segundo, del compromiso y coordinación de las diferentes instituciones bajo un mando efectivo y no solo decorativo y, recién, en tercer lugar, de los recursos involucrados.

El proyecto de ley enviado al Congreso, cumple el compromiso de haber sido enviado dentro de los primeros cien días de gobierno. Bien por ello. Ahora le corresponde a los parlamentarios responder a la ciudadanía y hacer de este proyecto uno que realmente permita hacer gestión para reducir la criminalidad en Chile.

viernes, junio 02, 2006

Los Secundarios y el Malestar Social

Marcelo Trivelli


¿Qué pasó?

Fue un proceso dinámico con acierto de los secundarios, errores del gobierno y ausencia del mundo político y de otros líderes de opinión.

El movimiento comenzó con reivindicaciones concretas cuya solución era técnica. La respuesta del gobierno a las manifestaciones iniciales fue no autorizarlas y reprimirlas fuertemente. La represión inicial del gobierno y su negativa al diálogo, fueron un incentivo para el crecimiento de la movilización estudiantil.

Ante la masividad de la respuesta de sus pares, los dirigentes fueron capaces de aislar a los violentos e interpretar la demanda de cambio social más allá de las reivindicaciones concretas –gratuidad en la PSU y en el transporte público-.

Los secundarios fueron capaces de llevar a la acción, valores sociales que estaban latentes. La inequidad en la educación fue centro de la última campaña parlamentaria y presidencial por lo tanto quedó en el conciente colectivo; pero la élite chilena fue incapaz de hacer una propuesta de cambio.

¿Cómo se produjo esa transición?

Desde el retorno de la democracia, el centro de atención de la discusión pública fue dónde y con qué énfasis aplicar los recursos. La Concertación bajo el modelo de Crecimiento con Equidad y la Alianza con el modelo de Preocuparse de los Problemas de la Gente.

Ambos modelos daban respuestas técnicas. No hubo ni cuestionamiento ni cambio de paradigmas. La sociedad se aburrió de ello y espera respuestas políticas.

Las simpatías que despertaron Max-Neef el 93 y Hirsch el 2005 fueron porque interpretaron el anhelo de cambio social, pero no fue suficiente para lograr votación. No daban garantías de proteger el orden establecido, la gobernabilidad y la estabilidad, atributos llevados a paradigmas de carácter inamovibles por la sociedad chilena…. hasta hoy.

Estos son los paradigmas sociales que están cuestionando los secundarios esperan mas recursos para sus demandas y una respuesta de cambio social. Lo que se está buscando son los nuevos paradigmas para llegar al año 2020 cuando los secundarios de hoy dirijan el país.

¿Fue una estrategia ideada por los chiquillos o simplemente "les resultó"?

Los movimientos sociales exitosos no se piensan, resultan porque son capaces de llevar a la acción valores que ya son propios de la sociedad o de una parte de ella, pero que no han tenido una expresión en la acción. Ejemplos en la historia hay muchos.

¿Habrá habido consejos de parte de los partidos políticos que están detrás de algunos dirigentes?

No creo, es una generación que nació en democracia y tiene enormes grados de libertad y preparación. El “establishment” político va detrás de la demanda de cambio social y hoy, no está en condiciones de liderarla. El “cosismo” domina la política actual.

¿Habrá sido por ampliar el foco de la atención desde sus demandas particulares a temas más generales de la educación?

No creo, se encontraron en una disyuntiva: escalar el conflicto o la rendición total exigida por el gobierno. Decidieron escalar y conducir. Hicieron una apuesta y la ganaron. Supieron interpretar el malestar social. Son excelentes dirigentes.

¿Cómo se explica el inédito apoyo de los universitarios a los "cabros chicos"?

Por la misma razón, supieron interpretar el malestar social y llevarlo a la acción a través de demanda de cambio de paradigmas.


¿Y que los colegios particulares, que nunca se han metido en protestas, estén apoyando la movilización y que incluso hayan parado?

Los colegios particulares que se movilizaron son aquellos que desarrollan conciencia social en los jóvenes y enseñan a sus alumnos la coherencia entre el discurso y la acción, muchos de ellos católicos progresistas. Y no es primera vez que se manifiestan. Lo hizo mi generación a fines de los 60 y principio de los setenta, lo hizo la generación intermedia a mediados de los 80 y lo vuelven a hacer ahora.

¿Es el movimiento estudiantil algo estructurado o no?

En el sentido tradicional, no, ningún movimiento que alcanza estos niveles de masividad parte estructurado, se van armando en el camino. Ayuda a este proceso de articulación, a la disciplina y al contenido del movimiento tener un “enemigo”, en este caso, el gobierno.

Es una nueva forma de estructuración sobre la base de redes; han utilizado magistralmente la tecnología. No dependen ni del teléfono de sus establecimientos ni del acceso a un lugar para reunirse. Lo hacen por celular y por internet. La tecnología les permitió romper el cerco autoritario del sistema educacional y de la sociedad chilena. Recuerdo que como intendente, me era muy difícil comunicarme con los dirigentes estudiantiles ya que en muchos liceos no les daban los recados a los presidentes de centros de alumnos o no le entregaban los faxes que enviábamos; hace tres años, muy pocos tenían celular.

¿Qué te parece a ti, sobre todo ahora que amenazan -y sabemos que es muy posible que ocurra- con un paro nacional para el lunes?

Un paro nacional que interprete la frustración y malestar social será el lunes o si no, muy prontamente. La ciudadanía despertó del letargo producido por la promesa incumplida de equidad. El malestar individual ha pasado a ser un malestar colectivo y compartido.

Se trata de redistribuir las oportunidades, de redistribuir el poder, de apostar por el progreso de quienes viven en situación de pobreza y marginalidad y que el país se la juegue por una opción estratégica para deshacernos de aquellas políticas públicas que perpetúan la inequidad.

La demanda social esta exigiendo respuestas políticas y no respuestas técnicas. Ese es el gran mensaje que está enviando el movimiento estudiantil, que ha sido acogido por la ciudadanía y que tiene perplejo al mundo político.

Vendrán Tiempos de Inestabilidad


Marcelo Trivelli
1º de junio de 2006



Durante los últimos dieciséis años, la sociedad ha supeditado su comportamiento al orden y la estabilidad. La política vivió una larga y exitosa transición desde la dictadura a la democracia cuidando las formas y con soluciones técnicas. La economía se abrió al mundo, atrajo grandes cantidades de inversión extranjera y tuvo acceso a bajas tasas de interés por el bajo riesgo país, los medios de comunicación transmitían la “versión oficial” de un país próspero, ordenado con altos grados de gobernabilidad.

Mientras los macro equilibrios sociales, económicos y políticos pasaban a la categoría de paradigmas inamovibles y la agenda estaba copada por propuestas técnicas, las personas se enfrentaban a una vida llena de incertidumbres y riesgos nunca antes vividos en Chile. ¿Cuánto tiempo mantendré mi trabajo?. ¿Qué haré en caso de una enfermedad?. ¿Lograré formar familia para toda la vida?. ¿Cómo viviré mis años de vejez?. ¿Cuándo me tocará el turno de ser asaltado?. ¿Cómo obtendré una educación de calidad para mis hijos?. Son preguntas que angustian a las chilenas y chilenos, además de muchas otras que surgen de las inequidades que vivimos todos los días.

Una mirada desde la Concertación nos decía “crecimiento con equidad”, mientras que desde la derecha surgió, a fines de los ‘90, una propuesta de intervención de carácter “cosista”: preocuparse por los problemas de la gente. Esta última, caló muy hondo en la sociedad individualista que estábamos construyendo, dando grandes dividendos electorales a la Alianza por Chile y adoptada por los gobiernos de la Concertación, con su máxima expresión en la promesa de implementar 36 medidas en los primeros 100 días de Administración de la Presidenta Bachelet. Ambas soluciones, Concertación y Alianza eran técnicas y la diferencia era dónde y con qué énfasis se asignaban los recursos.

Los conflictos se solucionaban con recursos económicos. La solución era técnica, manejada por tecnócratas y asistida por políticos. Así se hizo la transformación de los puertos, el cierre de las minas del carbón, el estatuto docente de los ‘90, el AUGE, la Jornada Escolar Completa, la construcción de más de un millón de viviendas, sólo por citar algunos. Hoy, eso terminó. Las demandas estudiantiles que estamos viendo no son sólo de recursos -gratuidad de la PSU y de transporte público- y quien así lo crea, se equivoca, tal como se equivocó la autoridad al evaluar el movimiento estudiantil.

Los estudiantes secundarios se han movilizado de manera magistral; la organización, efectividad, cantidad y coherencia en las propuestas no son sólo por su capacidad de tener acceso y saber utilizar las nuevas tecnologías, sino que demuestran su capacidad para establecer redes de cooperación y confianza, no dejarse manipular ni instrumentalizar por las generaciones anteriores y sus organizaciones y, por sobre todo, de hacer realidad los valores sociales que estaban dormidos y que se hacían presente en el discurso y ausentes de la acción.

Los cambios de época no sólo responden a innovación tecnológica, sino que a cambios de paradigmas. Lo que hemos visto estos días es que ya tenemos -en presente y no en futuro- una generación que está dispuesta a cuestionar los macro equilibrios social, económico y político. Ya muchos alaban y dan apoyo al movimiento y, seguramente, otros chilenos se irán sumando a este nuevo carácter de la sociedad chilena. La demanda social ya no será sólo por recursos sino por un cambio social.

Vendrán tiempos de inestabilidad, de incertidumbre y riesgo en la sociedad como un todo. Tendrán expresión colectiva los sentimientos individuales y familiares y dependerá de la capacidad de la clase dirigente, si aborda esta situación con la chequera en la mano o avanzamos en construir los cimientos de un nuevo orden social.

Como muy bien expresó César Valenzuela, vocero de los estudiantes, y parafraseando con conocimiento o sentido común a Ronald A. Heifetz (Harvard) en su libro “Liderazgo: Sin Respuestas Fáciles”, el problema no es técnico, sino político. Las soluciones técnicas son para satisfacer necesidades y demandas individuales, mientras que las soluciones políticas son respuestas para una demanda de cambio social.

El gran desafío que enfrentamos entonces, es ser capaces, como sociedad, de abrir una conversación política con responsabilidad. Si lo logramos, habremos dado un paso mas en el camino al desarrollo integral, si fracasamos, seguiremos profundizando la inequidad o desembocaremos en una alternativa de carácter populista.