lunes, julio 06, 2009

Un nuevo comienzo

Estimadas amigas y amigos:


En las últimas semanas he tenido la oportunidad y el privilegio de conversar con muchas personas y escuchar sus puntos de vista cuando estamos viviendo un “cambio de época”. El orden del siglo XX aún no termina de morir y el nuevo orden aún no se consolida.


Por primera vez en la historia, la Humanidad comienza a tomar conciencia de los límites de nuestra civilización y del planeta. La guerra, como herramienta de control, el dinero como mecanismo de poder y la depredación de nuestro medio ambiente como modelo de desarrollo dejaron de ser la solución y comenzamos la búsqueda de un nuevo camino basado en el conocimiento, la solidaridad, el respeto a los derechos humanos, la sustentabilidad ambiental y la globalización.


El desafío de hoy es entender que resulta inmoral imponer los costos del desarrollo a las actuales y futuras generaciones, aumentando las brechas entre las personas.


Chile no está ajeno a ello. Aún desde el sur del mundo tenemos mucho que aportar. Tenemos una gran responsabilidad con nuestros compatriotas. Terminada la transición a la democracia, nos ha faltado la voluntad y la decisión de emprender un nuevo comienzo, lejos de la comodidad que nos brindan los privilegios de los que hemos sido sujeto durante nuestras vidas y entendiendo que este siglo nos plantea nuevos y enormes desafíos.


El interés por lo público, la política, sigue presente en nuestra sociedad, en especial en nuestra juventud, pero quienes deben conducir estos procesos -los partidos políticos-, se han ido encerrando en sí mismos, siendo los grandes responsables de la apatía de la gente con la política partidista y el alejamiento de los militantes de sus filas.


Desgraciadamente, los partidos políticos han renunciado a la discusión de ideas, en particular el nuestro, la Democracia Cristiana. Realizamos un exitoso Congreso Ideológico que quedó guardado en algún cajón y nos hemos dejado guiar por el pragmatismo. Perdimos la capacidad de hacer política para construir un nuevo orden y subordinamos nuestro accionar a mantener cuotas de poder que consolidan, e incluso aumentan, desigualdades inaceptables en nuestra sociedad.


Los políticos tradicionales siguen creyendo que son los únicos intermediarios entre el poder y la ciudadanía. Tenemos que entender que en la sociedad de la información y el mundo global, las personas tienen mayores grados de libertad para informarse y para tener opinión propia, generando legítimas expectativas que persiguen una verdadera igualdad de oportunidades que hoy les son negadas. Ya no sólo se trata de superar la pobreza, se trata de construir una sociedad con cohesión social. Desconocer esta realidad, como ha sido hasta ahora, aleja a la clase política de la gente y hace cundir la desesperanza con expresiones de violencia delictual, con crecientes grados de inseguridad.


Nuestro país sigue anclado en el dilema entre Mercado y Estado, pero la pregunta es: ¿Para qué? Se dice que Mercado para el crecimiento y Estado para la protección social, pero el dilema de hoy es mucho más complejo y esa discusión está ausente del debate político.


En los últimos 20 años modernizamos muchos sectores de la economía, pero no pusimos atención a los efectos de la concentración económica. Tuvimos un crecimiento acelerado, pero descuidamos el medio ambiente. Generamos empleos, pero muchos de ellos no alcanzan la condición de decentes.


Desde el gobierno hemos logrado 100% de cobertura escolar, pero hemos consagrado la inequidad en el sistema educacional.  Los jefes y gerentes provienen de la educación privada mientras los de la educación pública son mano de obra no calificada.


Reformamos la justicia, construimos nuevas cárceles, duplicamos el número de personas en ellas, pero la delincuencia sigue alta porque no hemos sido capaces de prevenir y rehabilitar, por no hacernos cargo de las causas de esta realidad: desigualdades sociales escandalosas y un incontrolado tráfico de drogas.


Establecimos legislación para que, desde el sector privado, llegaran nuevas tecnologías, pero no pusimos atención a los precios exorbitantes que pagan los más pobres (celulares) y aún no las hemos masificado (Internet).


Generamos condiciones para la inversión extranjera, pero ella aún paga un monto miserable por los recursos naturales que extraen.


Hemos dado techo a dos millones de chilenos, pero les hemos negado la posibilidad de vivir en ciudades integradas, con todo lo que ello conlleva. Hemos extendido la expectativa de vida, pero hemos descuidado la dignidad y la oportunidad de la atención en salud.


Hemos abierto mercados en el mundo, pero exportamos mano de obra barata y no calificada. Hemos desarrollado el sistema financiero, pero las pequeñas y medianas empresas terminan trabajando para los bancos y los grandes conglomerados. 


Nuestro desafío es hacernos cargo de las raíces de estos males y no ser meros administradores del poder para consagrarlos con el pretexto de que no se puede avanzar más rápido.


Enfatizamos el rol del Estado, pero tampoco es el ejemplo a seguir, ya que resulta ser un mal empleador, un incierto sujeto de crédito, un deficiente proveedor de servicios. El Estado tiene una responsabilidad que va más allá de aliviar las nefastas consecuencias de las actuales injusticias. Un Estado asistencialista no es la solución para Chile.


El mensaje que nos dio la gente con la elección de la Presidenta Bachelet fue mucho más que un cuarto gobierno de la Concertación, pero no fue escuchado por nuestros dirigentes partidarios. Hoy, interpretan su alto grado de aprobación ciudadana por el manejo de la crisis internacional y el sello de protección social. Pero es mucho más que eso, la Presidenta encarna un cambio cultural de nuestra sociedad.


Ante la amenaza que representa una sociedad que está cambiando y que no logran entender, los dirigentes de la Concertación entraron en un proceso de regresión y de autoprotección que los aleja cada vez más de la ciudadanía.


Entre quienes tienen vocación política en la Concertación, muchos esperan que todo cambie con la llegada de un quinto gobierno de la Concertación, pero no hay ninguna indicación, más allá del discurso, que las cosas vayan a ser de una manera diferente. Otros, creen que el triunfo de la Alianza traerá una renovación obligada y que se podrá reconstruir el proyecto político desde la derrota. Los que dirigen, nunca pierden porque cambian las reglas del juego según su conveniencia. En cualquier posición, están renegando de la responsabilidad política de ser vanguardia de los cambios que Chile necesita con urgencia.


Hace cuarenta años ingresé a la Democracia Cristiana, casi al finalizar el gobierno de Frei Montalva y, junto a otros jóvenes adolescentes, soñamos con el socialismo comunitario al que nos invitaba Radomiro Tomic y el partido. La dictadura nos ayudó a reencontrarnos con nuestros valores y principios y la transición nos dio una oportunidad para plasmarlos de manera exitosa en Chile. Los nuevos tiempos nos imponen nuevos desafíos, pero nuestro Partido se muestra incapaz de asumirlos y, por temor a lo nuevo, por no ser capaces de comprender el Chile que construimos, se encierra en sus glorias pasadas y olvida los sueños de nuestros padres fundadores. La política se nutre y florece con propuestas de futuro, se marchita cuando sólo se rememora el pasado y se muere lentamente cuando se subordinan los sueños a la mantención del poder.


La decisión de dejar las filas de la Democracia Cristiana es triste y dolorosa. Son cuarenta años en que me he identificado con la flecha roja y he contribuido con mis aciertos y mis errores, con mis fortalezas y limitaciones a un proyecto común que hoy me es ajeno. La institución también son personas con quienes he compartido sueños y anhelos y también frustraciones y desilusiones. Es difícil cortar políticamente con ellos, porque son mis amigas y amigos, pero espero seguir contando con su amistad. 


Es difícil dejar la comodidad de los privilegios políticos, pero vivir y actuar de acuerdo a mis principios y valores es más fuerte. Tenemos que defender los principios siempre y no sólo cuando nos conviene. Tomar decisiones sobre seguro mata los sueños. Subordinar los sueños a “la calculadora en la mano” mata la pasión. Y hacer política sin la pasión por servir es entregarse a una vida vacía.

 

Siempre es tiempo para un nuevo comienzo.

 

Reciban un abrazo fraternal.

 


Marcelo Trivelli Oyarzún.

lunes, junio 08, 2009

Renuncia a la vicepresidencia de la DC

Hoy he presentado mi renuncia a la directiva de la Democracia Cristiana.

Hace seis meses me integré a la mesa para lograr tener reglas del juego estables respetadas por todos y que abrieran oportunidades a los que no tienen voz y no están en el poder.

Lamentablemente, con la excusa de la crisis que vive la DC se continúa gobernando con normas de excepción que se cambian según las conveniencias de unos pocos postergando a muchos que solo piden una oportunidad.

Por ello he llegado al convencimiento que continuar en la Directiva no contribuye en nada al objetivo propuesto inicialmente.

En relación al tema parlamentario, reconozco el esfuerzo de algunos por asegurarme un cupo, pero si lo aceptara estaría traicionando mis principios y a todos aquellas personas que no tuvieron la posibilidad de competir y que creyeron en mí para hacer valer sus derechos como militante del PDC.

La adhesión a los principios democráticos debe ser siempre y no sólo cuando a uno le conviene. Los problemas de la democracia se curan con más democracia y con más participación. A eso continuaré dedicando mis esfuerzos.

miércoles, abril 01, 2009

Parlamento, Carteles y Cárcel

A partir de la aceptación de Farmacia Ahumada de haberse coludido, el tema de los delitos económicos está nuevamente en la agenda pública. Junto a ello, aparecen distintos actores políticos y empresariales rasgando vestiduras y pidiendo castigos ejemplares.

Poco se dice que fue el Parlamento, hace unos pocos años atrás, la instancia que despenalizó, por amplia mayoría, el delito de colusión, es decir, que eximió de ir a la cárcel a los infractores.

Llama la atención además que el Fiscal Nacional Económico de la época, sea hoy el abogado de una de las cadenas de farmacias y muchos parlamentarios que han salido a denunciar estos hechos votaron a favor despenalizar este delito “de cuello y corbata”.

Soy un convencido de que es necesario dar penas de cárcel a aquellos que atentan contra la Ley de libre competencia, especialmente en este caso, porque la colusión de precios en medicamentos, afecta directamente la salud y la vida de las personas.

Terminemos con la hipocresía del Parlamento. Es hora de que en Chile los senadores y diputados hagan su trabajo y legislen pensando en las personas y no en los poderosos que controlan los mercados y abusan de su posición dominante.

jueves, enero 15, 2009

Profundicemos la democracia y terminemos con la exclusión


En los últimos días, ha surgido en la agenda pública la discusión respecto de un eventual pacto electoral entre la Concertación y el Partido Comunista. Comienzan a conocerse argumentos a favor y en contra, a realizarse cálculos electorales y a evaluar las consecuencias para la Democracia Cristiana.

Creo que en la vida se tiene que actuar por convicciones, valores y principios. Los cálculos son vistos con desconfianza por la ciudadanía y en nada contribuyen a mejorar la democracia.

Nuestro sistema electoral parlamentario, el binominal, desconfía de las minorías y por ello, las excluye. La exclusión, en el legislativo de referentes políticos, empobrece la política y deteriora la convivencia nacional. La exclusión arrincona a las minorías, las empuja a la movilización social y en muchos casos a la violencia, poniéndose al margen de la legalidad.

Si no somos capaces de darle verdaderos espacios de representatividad a todos los que hoy excluye el sistema político, estaremos incubando un gran malestar social. De seguir cerrados todos los espacios de participación, finalmente las minorías verán en la violencia su único medio de expresión.

Si como país queremos acceder al club de las naciones desarrolladas, debemos tener un manejo económico responsable, pero también tenemos que dar los pasos para que nuestra Constitución sea el reflejo de una democracia madura y no de un sistema que necesita tutelaje y protección.

Necesitamos con urgencia reformas políticas que terminen con la exclusión de minorías representativas, la inscripción automática y el voto voluntario, la democratización y transparencia de los partidos políticos, la elección universal de Consejeros Regionales e Intendentes y el reconocimiento de que Chile es un país unitario, pero que no es homogéneo.

Si el Parlamento no es capaz de actuar de acuerdo a las exigencias de esta época, quedarán en manos de los partidos las decisiones para ir logrando, por la vía de los hechos, cada uno de los objetivos de reformas políticas propuestas más arriba.

El sistema binominal ha llegado al límite. El surgimiento de minorías con representatividad ciudadana, expresada en la votación de concejales de octubre pasado, pone en riesgo la comodidad en que se encuentran los partidos con representación parlamentaria.

Un pacto electoral entre la Concertación y el Partido Comunista para la parlamentaria de este año, no resuelve el problema de la exclusión política en Chile. Para eso, es vital que trabajemos activamente con el fin de lograr los cambios constitucionales profundos que necesitamos, para que todos los movimientos sociales que aspiren a competir en política logren representar la diversidad de Chile y su gente.

Es por eso, que es vital una reforma a la Constitución que asegure más y mejor democracia, donde se termine con el binominal, para tener un sistema proporcional que asegure la representación de las minorías. Tenemos que aprobar de una vez por todas, la inscripción automática y el voto voluntario para que seamos todos los chilenos -y no sólo algunos- los que tomemos las decisiones que Chile necesita.

Así, lograremos un cambio de verdad, donde las personas volverán a ser los protagonistas y todos y cada uno de los chilenos tendrán las oportunidades que se merecen.

jueves, diciembre 04, 2008

Bien por la creación del Frente Anticorrupción

Esta semana recibimos una muy buena noticia. Me parece extraordinario que cinco organismos autónomos hayan unidos sus fuerzas para enfrentar la corrupción. Esto demuestra, que cuando existe convencimiento y voluntad política, se puede luchar contra este mal social que se está instalando en nuestro país.


Las instituciones firmantes –Poder Judicial, el Ministerio Público, el Tribunal Constitucional, el Consejo de Defensa del Estado y La Contraloría General de la República- entienden que para derrotar la corrupción hay que partir por reconocer que está mas extendida que lo que se reconocía hasta ahora.


Como sociedad tenemos que ser capaces de asumir que la corrupción es un fenómeno que no tiene color político, que esta presente en lo público y lo privado y que por lo tanto, está en todos lados, solo así vamos a ser capaces de derrotarla. Si las autoridades se dedican solamente a criticar al de al lado y a catalogar como “incidentes aislados“ lo que sucede bajo sus propias narices, no hay solución posible.


Por todo lo anterior la creación del Frente Anticorrupción es una buena noticia. Las autoridades tienen la responsabilidad de buscar y combatir las causas de esta lacra social. Porque no hacerlo, significa avalar la corrupción e incentivar que hechos como estos sigan ocurriendo.


Necesitamos coraje para lograr cambios profundos en el Estado. No bastan las buenas ideas e intenciones. Tenemos que apoyar esta iniciativa para que avance de manera decidida en esta lucha. Tenemos que atrevernos a enfrentar decididamente a los grupos de interés que, desde dentro del Estado, quieren mantener el statu quo.


A manera de ejemplo, cuando asumí la Intendencia el 2002, solicité la renuncia a todos los cargos de confianza técnico político y llamé a concurso público para llenarlos con jóvenes capaces, honestos y por sobre todo, con ganas de trabajar, fueron muchos los que, desde los partidos políticos, criticaron y descalificaron esta decisión que hoy es ley de la República.


Para derrotar la corrupción necesitamos retomar los valores de la transparencia, el esfuerzo y la honestidad, para asegurar una gestión eficiente que lleve a Chile por la senda del progreso con valores.