jueves, noviembre 27, 2008

Agua y participación ciudadana

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El 20 de noviembre participé en el seminario “Perspectivas de los recursos hídricos: ¿nacionalización de las aguas?” organizado por CONAPHI (comité chileno para el programa hidrológico internacional de UNESCO). Ciertamente ha sido el proyecto de Hydroaysén -con su intención de inundar la Patagonia- lo que ha abierto la discusión respecto del uso de las aguas en nuestro país.


Chile es uno de los países que tiene la legislación más libre mercadista en lo que se refiere a la propiedad del agua. En este escenario, el mercado es incapaz de dar respuesta a las necesidades de las comunidades. La codicia, la especulación y la destrucción del medioambiente, son el resultante del abuso de quienes hoy concentran la propiedad de los derechos de agua en Chile.


Es por eso, que creo profundamente que lo que debe guiar la discusión sobre la explotación del agua y de todos los recursos naturales, es el principio del destino de la universalidad de los bienes. Este plantea que los bienes tienen un rol social y son patrimonio común de todos los hombres a través del tiempo y de las generaciones. En otras palabras, es inmoral que las futuras generaciones carguen los costos del desarrollo actual.


Es evidente, que la ciudadanía entiende este principio, porque cuando existe el riesgo de un daño irreparable al medioambiente - debido al uso depredatorio de los recursos naturales- las personas actúan decidida y coordinadamente defendiendo sus intereses, los de sus hijos y los de sus comunidades.


Es así, como este martes, ingresaron más de 11 mil observaciones ciudadanas -de pobladores, organizaciones regionales y nacionales y centros de investigación, ONG´s- al estudio de impacto ambiental de HidroAysén. Este es el mayor número de cuestionamientos en toda la historia de Chile, presentado a una iniciativa sometida a evaluación ambiental.


Este es un ejemplo, sobre como la participación ciudadana debe ser el eje central del desarrollo, del progreso y del bienestar colectivo de la sociedad. Constituyéndose como un medio de democratización de los espacios institucionales que se gestan entre el Gobierno, las empresas y la sociedad.


Sin embargo, la participación ciudadana es un proceso que se va construyendo como consecuencia de un actuar en el territorio, que no se logra únicamente por la promulgación de un decreto o ley, sino en las prácticas cotidianas y en el trabajo articulado entre los diferentes actores.


Por ello propongo rediseñar nuestra división política administrativa y recuperar el concepto de provincias asociadas a cuencas con una legislación moderna que aumente los espacios de participación de todos los actores que deben convivir en ella. Incorporando en la discusión las variables de esta época como lo son, la gestión del agua, del aire, el transporte, los asentamientos humanos, la actividad económica, etc.


Soy un convencido, que con un nuevo ordenamiento territorial que asegure la participación ciudadana en función de un desarrollo común podremos generar contrapesos reales al poder. Así, construiremos un país que progresa con valores para todos y cada uno de los chilenos.

viernes, noviembre 21, 2008

Unidad en torno a un nuevo proyecto país


En los últimos años, cada vez que la Concertación se enfrenta a un escenario de crisis o incertidumbre, surge con fuerza las voces que plantean la necesidad de unidad, unidad y más unidad. Creyendo tal vez, que por el solo hecho de decirlo –y repetirlo constantemente- va a cambiar en algo lo que está sucediendo o lo que está por suceder.


Hemos visto como la palabra unidad -en el lenguaje de los políticos tradicionales- muchas veces significa obediencia a la determinación autoritaria y antojadiza de un líder o partido político. En otras ocasiones, significa que por el bien de la unidad, es mejor no competir, sino tomar decisiones a puertas cerradas. Y en la mayoría de los casos, intentan convencernos de que el debate respetuoso de ideas a partir de los distintos puntos de vista, dañan la unidad.


Entonces uno se pregunta ¿Ayuda a la unidad imponer condiciones para ser candidatos presidenciales? ¿Sirve a la unidad no sincerar las verdaderas posiciones y moverse en la ambigüedad? ¿Qué unidad podemos construir sin un proyecto o valores comunes?


Ciertamente, en estos días, no estamos construyendo nada, sino dando un espectáculo patético sobre cómo ordenar a una coalición que carece de ideas y proyectos comunes, bajo la excusa de la unidad. Para peor, se intenta alinear a la Concertación para seguir favoreciendo a los intereses corporativos que no permiten que surjan nuevos liderazgos.


Si queremos construir una unidad que sea verdadera –y no un pacto electoral- necesitamos recuperar los valores comunes que nos llaman a actuar en política: la profundización de la democracia, la justicia social, la redistribución del poder y la solidaridad, valores que se ganaron el respeto de la ciudadanía hacia la Concertación de Partidos por la Democracia.


Como Concertación, a partir de nuestros valores comunes, tenemos que trabajar fuertemente para lograr un acuerdo amplio entre todas las visiones, sin importar lo distintas que puedan aparecer hoy, para entregar a Chile un proyecto país distinto al actual, donde el centro de nuestro actuar sean las personas, sus problemas y sus sueños.


Con un programa común que establezca cuales son las metas y los objetivos que deseamos alcanzar como coalición podremos a hablar realmente de unidad.


Soy un convencido, que la unidad se construye en base a valores comunes y un proyecto compartido. Soy un convencido, que solo habrá unidad en la Concertación cuando se abran las puertas a la discusión y el debate de ideas. Cuando detrás de un proyecto inspirado en valores, unamos a la Concertación y a Chile por un fin mayor. La invitación, es para que construyamos un proyecto, para que Chile progrese con valores.


viernes, noviembre 14, 2008

El Cuento del Lobo


Terminadas las elecciones municipales, nuevamente surgirá en los discursos la promoción de la inscripción automática y voto voluntario, sin embargo, mientras los jóvenes no se inscriban e introduzcan una variable de incertidumbre en el proceso eleccionario, esta ley no se va a aprobar.

A pesar de ser “políticamente correcto” promover dicha ley que profundiza la democracia, para los políticos tradicionales no es conveniente hacerlo, porque introducen un nivel de incertidumbre en el padrón electoral.

Entonces ¿qué podemos hacer?

Soy un convencido de que no podemos quedarnos esperando que el poder legislativo promulgue inscripción automática y voto voluntario, porque simplemente no va a suceder. Soy un convencido también, que los cambios sociales profundos y duraderos parten desde la ciudadanía, parten desde la base de las sociedades.

Es por eso que ha llegado el momento que asumamos nuestra responsabilidad y produzcamos un cambio profundo en el sistema político. Para ello, tenemos que generar entre todos una campaña masiva de inscripción. Una campaña sincera y motivadora dirigida a los jóvenes y a todos aquellos que no están inscritos.

Si logramos que se inscriban por lo menos un millón de personas, se reconfiguraría el padrón electoral y seríamos capaces de exigir un cambio y renovación de la política y de los políticos.

Las próximas elecciones tienen que marcar la diferencia, tienen que marcar un antes y un después en la historia de nuestro país. Son las voces de los jóvenes los que tienen que mandar un mensaje claro y fuerte a todo Chile: no más de lo mismo, necesitamos un cambio.

Creo profundamente en la fuerza de la democracia y en la fuerza de las convicciones. Y estoy convencido que hoy es nuestro momento, hoy es nuestra oportunidad de comenzar a trabajar para construir un movimiento masivo de inscripción electoral para producir un remezón en la política.

Si la renovación de la política, la profundización de la democracia y la apertura de nuevos espacios de participación no lo hacen quienes hoy tienen la representación ciudadana, es decir Alianza y Concertación, surgirán ofertas populistas que capitalizarán el descontento.

Si la clase política en el poder no se da cuenta del grito de la ciudadanía por más democracia y más participación, no habrá nada que nos salvará del populismo.

lunes, noviembre 10, 2008

Un proyecto, sueños y renovación


Les dejo una columna de Cristina Moyano, doctora en Historia y Académica del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades USACH, publicada en el diario digital El Mostrador.

En ella la autora aborda temas que han sido batalla constante en mi vida política como por ejemplo la necesidad urgente de renovar las elites políticas y unir a la Concertación en torno a un nuevo proyecto político, con visión de futuro y enfocado en lo temas actuales.


Espero que les guste y dejen sus comentarios.


"El recambio de elites y el agotamiento de una cultura política"

Los resultados electorales de la reciente elección municipal han dado lugar a un sin fin de análisis políticos; la mayoría de ellos ha abordado como principales causas de la derrota de la Concertación (o del triunfo con "advertencias") el desorden político que vive el conglomerado gobernante, las tensiones internas dentro de los propios partidos, la incapacidad de renovación de la vieja elite que condujo la transición y las malas decisiones político-electorales tomadas por sujetos con nombres y apellidos.

Los políticos concertacionistas que acusaron recibo del golpe han resaltado la falta de unidad. Pero, ¿unidad, para qué? Responder a esta pregunta en medio del descalabro electoral, no es cosa fácil para un concertacionista, pues remite al análisis del proyecto de país, al proyecto de futuro que encarna la Concertación y que aspira a mantenerse hegemónico ante una fractura de la misma, demostrado por la pérdida electoral.

El 5 de octubre pasado, en la conmemoración de los 20 años del NO se visibilizaba públicamente una Concertación desgastada, incapaz de convocar a quienes aspira a representar. Con una Presidenta que hizo una especie de "mini cuenta pública de 21 de mayo", pues, en casi 40 minutos, hizo un recuento de los principales logros que la coalición gobernante había dado al país. Ese discurso conmemorativo que mira hacia atrás con visión de futuro, se quedó simplemente en el recuerdo de lo hecho sin proponer nada para adelante. Y esto, porque aunque la política sea una actividad que cada vez está en mayor desprestigio, todavía se espera de ella que pueda ser capaz de transmitir sueños, proyectos, quizás ya no utopías globales, pero sí una senda para seguir hacia delante. De eso está carente la Concertación y en ese contexto, el llamado a la unidad tiene poco sentido.

Por otro lado, el desorden político que vivencian los partidos que conforman la coalición gobernante no tiene sólo su explicación en la carencia de proyecto político que los aglutine y los oriente, sino que en el agotamiento de una cultura política. Esta cultura política concertacionista tiene sus orígenes en las experiencias de sujetos, construidas en el periodo dictatorial, basada tanto de las luchas de resistencia, como del exilio. Está encarnada en determinadas personas que, a juicio de algunos analistas, fueron derrotados brutalmente en estas elecciones municipales (derrota de los "titulares" se ha dado en llamar y el caso de Ravinet sería expresión de ello). Esta experiencia fundadora tiene sentido para quienes hoy, con más de 40 o 50 años de edad, participaron de ese pasado fundacional; pero lo tiene cada vez menos para quienes no lo vivieron y se han integrado a la coalición en los años de la pos dictadura. Para los primeros, la fundación y conformación de la Concertación fue una experiencia épica; para los otros, una experiencia de administración eficiente. Y, para ambos, el sueño compartido de una sociedad más justa basada en el crecimiento con igualdad en democracia.

Ese sueño tiene el signo de varios logros pero ¿es suficiente para garantizar un estilo político, un imaginario social? ¿Es suficiente para consolidar una cultura política que encarne sueños, estrategias, posiciones e ideas? ¿La experiencia de la administración agota la imaginación?

Cuando Marcelo Trivelli expresa que el descalabro electoral obedece a una crisis de renovación de la elite de la Concertación, se está refiriendo al cobro ciudadano por la incapacidad de renovar aquellos viejos cuadros políticos que son los artífices de la transición, pero que no han sabido catapultar ordenadamente su retiro para abrir paso a los nuevos actores, uno puede preguntarse ¿la renovación de las elites responde a decisiones racionales de individuos de dejar el paso a nuevos actores? ¿Quiénes son los nuevos actores que están esperando su paso para conducir los caminos del conglomerado? ¿Cómo se instituyeron y en función de qué fundamentan la validez de su llamado?

Analizando los procesos políticos transicionales en España o lo que ocurrió en México con el PRI, queda claro que los procesos de renovación no responden a decisiones de los actores que se retiran en una época de sus vidas en las que todavía se sienten activos sujetos de la política, sino que ocurren en momentos de crisis políticas. Esos son los espacios de coyuntura que abren paso para discutir sobre responsabilidades, desdibujar liderazgos o validación de nuevos actores cuyas propuestas sólo se escuchan cuando la tormenta da paso al silencio desgarrador de la derrota.

La crisis de 1973 permitió a la izquierda reinventarse, la dictadura permitió a la DC y al mundo socialista concertarse. Experiencias de vida, trayectorias políticas de actores para quienes esos episodios son fundamentales en sus respectivas culturas políticas partidarias.

Los medios televisivos difundieron, entre otros, una reflexión de Soledad Alvear muy decidora para comprender la actual coyuntura: "Si hubiéramos sido tan desordenados como hoy en 1988, jamás le habríamos ganado a la dictadura". La cultura del orden, de la disciplina, de la supeditación de ciertos intereses individuales en función de un proyecto democrático mayor, tenía sentido en la dictadura y en los primeros años de la transición. Sin embargo, la actual crisis da cuenta de que esa experiencia ya no sirve para aglutinar los nuevos mundos de la vida de las nuevas generaciones emergentes. La cultura política concertacionista se agotó con sus líderes derrotados. En ese contexto, ni los llamados a unidad, ni los juicios a las responsabilidades de las malas decisiones electorales, tienen sentido en el largo plazo.

Hoy cabe preguntarse ¿cómo repiensa la Concertación un proyecto después de la derrota? Allí su memoria histórica tiene mucho que aportar. Sin embargo, el problema reside en cómo esa memoria logra convertirse en capital social para las nuevas generaciones políticas que aspiran a participar de la conducción de un quinto gobierno. El desafío es mayor que un mero cálculo de ingeniería electoral.

viernes, noviembre 07, 2008

Obama y el Estado de Derecho


Barack Obama comenzó su discurso de celebración diciendo “Si todavía queda alguien por ahí que aún duda de que Estados Unidos es un lugar donde todo es posible (…) quien todavía cuestiona la fuerza de nuestra democracia, esta noche es su respuesta”.

Hace 21 meses atrás ningún analista político tradicional o los integrantes de la elite habrían apostado a que Barack Obama sería el presidente número 44 de Estados Unidos. Sin embargo, el pueblo estadounidense habló fuerte y claro, para un cambio y un liderazgo nuevo, que fuera capaz de inspirarlos a trabajar por un fin mayor a ellos mismos.

Obama logró ser electo Presidente, no sólo por sus capacidades personales, sino porque en EE.UU. las primarias internas de los partidos son un procedimiento establecido.

Ello, permitió la competencia de proyectos, ideas y sueños de los ocho candidatos demócratas que participaron en este proceso. Las primarias permitieron que la ciudadanía y no las cúpulas de los partidos, manifestara su preferencia de manera informada, libre y democrática.

Entonces, ¿qué lecciones podemos sacar para Chile?

En nuestro país la mayoría de los políticos toman sus decisiones únicamente en función de las encuestas. Ellos, no son capaces de entender que las encuestas son sinónimo de falta de renovación, porque miden hacia atrás, mirando el pasado y no dan ninguna posibilidad a quienes quieren entrar en competencia cuando vienen desde abajo.

Por eso son tan importantes las campañas y las elecciones: para que exista la posibilidad de que la gente conozca a los nuevos candidatos junto con sus propuestas y sueños. Sin competencia, no hay renovación posible.

La principal lección, es que en Chile no existe un Estado de Derecho que garantice la competencia. No existe institucionalidad que permita la posibilidad de renovación en la política.

Lo que tenemos, son partidos políticos que acomodan los mecanismos en función de los intereses de sus dirigentes. Es por eso, que lo más seguro es que el año 2009 compitan en la primaria de la Concertación los mismos dos candidatos de la primaria de 1993, cerrando oportunidades a nuevos liderazgos con renovadas ideas.

Hoy, nos enfrentamos a una decisión histórica que marcará nuestro futuro: continuaremos siendo manejados por los mismos de siempre o cambiaremos la política, creando una legislación que establezca la obligatoriedad de primarias -en los partidos y en las coaliciones- para todos los cargos de elección popular.

En febrero de 2008 fui a La Moneda a entregarle a la Presidenta Bachelet mi propuesta de que las primarias abiertas fueran un derecho garantizado en la nueva Ley de Partidos Políticos. Soy un convencido que con reglas claras y permanentes que aseguren competencia y participación, podremos alcanzar una democracia fuerte que se renueve constantemente y que acerque la política a las personas.

martes, noviembre 04, 2008

Terrorismo Especulativo



El domingo 26 de octubre terminó la campaña municipal y podremos volver a preocuparnos de los problemas que, como país, realmente son importantes y los que verdaderamente afectan a las personas. Este es el momento en el que tenemos que preocuparnos de la economía, para analizar cómo podemos enfrentar la crisis mundial y cómo podemos prevenir que se generen otras.


A estas alturas, sabemos muy bien que la principal causa de la crisis económica, fue el terrorismo especulativo que predomina en el sistema financiero estadounidense. En otras palabras, esta crisis se debió a la irresponsabilidad de los especuladores financieros que intentaron generar ganancias millonarias a costa de poner en el mercado títulos financieros que estaban contaminados.


¿Qué podemos hacer para detener el terrorismo especulativo y así evitar este tipo de crisis?

La respuesta no está en el mercado, está en la política. Porque es mentira que el mercado se regula así mismo. Es mentira que el mercado por si solo es la base de un desarrollo sustentable. Y es mentira, que el mercado se comporta siempre de manera racional.


Entonces, el Estado y la política, deben ser los encargados de regular y poner límites al mercado. Es vital abordar un sistema agotado por una alta concentración del poder y una frágil participación pública si queremos evitar futuras crisis. Las medidas adoptados por el Primer Ministro de Inglaterra Gordon Brown, son una señal política de que el Estado se compromete con el sistema, pero que no están dispuestos a ser subsidiarios, sino que serán nuevamente actores sociales.


Objetivamente, si la crisis se quedara únicamente en el sector financiero, los efectos sociales serían menores. Sin embargo, estamos viendo en nuestro país como el sector privado ya está postergando decisiones de inversión. Un sector como los compradores de vivienda están esperando ver qué pasa con las tasas de interés y el sector bancario ya ha restringido los créditos a pequeños y medianos empresarios, con la consiguiente disminución de la actividad económica y el posterior desempleo en que los más perjudicados sean los trabajadores y asalariados.


A agrandes rasgos se estima que esta crisis financiera una vez que se traspase al mundo real, producirá alrededor de unos 20 millones de desempleados en todo el orbe.


En tiempos de crisis, los poderosos nunca pierden y por eso es que debemos apoyar con fuerza y proteger a los más débiles. Lo más importante ahora es bajar las tasas de interés, para que los más perjudicados no sean los mismos de siempre, o sea, la Pyme y los trabajadores. Tenemos que mantener activas y funcionando a las pequeñas y medianas empresas a través de acceso a créditos y el pronto pago del sector público a aquellas empresas que operan con el Estado.