A raíz de la muerte de Monseñor González, creo que el mejor homenaje que se le puede rendir es publicando una carta que le envió a los jóvenes de la Democracia Cristiana Universitaria de la Universidad de Talca en el año 2003.
Agregar que después de leerla, renuevo mi compromiso con la huella central de los principios humanistas del Evangelio. Es por ello que, junto a un grupo de amigos democratacristianos, hemos trabajado durante los últimos meses un documento que recoge el desafío de Monseñor González y que hemos hecho público en el día de hoy : "Atrévete: Para que Chile Progrese con Valores".
Las ideologías pasan, las respuestas a una sociedad en constante cambio se ven desafiadas a la solución de nuevos problemas, pero el mensaje del Evangelio y la dignidad del hombre como ser hecho a la imagen y semejanza de Dios siguen vigentes, y pidiéndonos respuestas que estén a la altura de los desafíos que los tiempos nos plantean.
Al recordar los tiempos de la Marcha de la Patria Joven, es conveniente preguntarse ¿Qué movía a aquellos jóvenes a hacer dicho esfuerzo?. Se sentían identificados con las respuestas que daba el Partido a los problemas de la sociedad chilena; había un diagnóstico acertado y aceptado como correcto. El país tiene hoy una problemática muy distinta a la de otros escenarios históricos, y pareciera que la respuesta que se propone se ha desdibujado; y no se ve la huella central de los valores humanistas del Evangelio, sino más bien una visión excesivamente centrada en lo coyuntural más que en lo que está en la raíz de los problemas. No se ve por parte de la democracia cristiana un recordar esos valores humanos tan centrales, los de las Bienaventuranzas, los de San Francisco de Asís.
No se ve, en términos externos, que se cuestione un sistema económico actualmente imperante en Chile, profundamente capitalista, no equitativo, no solidario, y por ello poco humanitario; esas banderas de lucha han sido, descuidadas por la Democracia cristiana. No se ve externamente, cual es la propuesta de la DC, en términos que lo diferencien de otros partidos. Ese desperfilamiento de las propuesta ha sido un motivo fundamental de los fracasos electorales de las recientes elecciones.
Es indispensable replantearse qué significa hoy un concepto de humanismo cristiano. Ello requiere previamente entender el mensaje de Jesucristo y cuáles son las características reales de las sociedad actual, distinta a los tiempos en que se fundó de la Falange y la DC. Debe actualizarse el diagnostico frente a los diversos problemas, tanto éticos valóricos, económicos, culturales y no continuar con la inercia actual de seguir únicamente en la temática de la coyuntura inmediata y las cuotas de poder que buscan mantenerse y mejorar.
El poder tiene sentido cristiano en cuanto es poder para servir, en especial a los más débiles, a los que no tienen voz, a los preferidos de Jesús. El poder no es para ascender económica y socialmente, no es sino para construir una sociedad más humana, no es para perpetuar grupos o intereses personales, sino para potenciar las capacidades de toda la comunidad nacional. La política es una herramienta de servicio, y por ello posee una capacidad de caridad a nivel masivo, en sentido cristiano, que le da a la actividad política un rango de nobleza e identidad.
No bastan las buenas maneras, no basta la habilidad, "la muñeca", sino que se requiere verdad, convicción y entrega personal, posponiendo los intereses de poder y los personalismos.
En estos tiempos el desafía para los partidos humanistas es el capitalismo excesivo, la economía del dinero por el dinero, que carece de una visión humana, social y de verdadero mercado, en que solo el dinero es lo relevante, olvidando que el sentido de la sociedad es la persona.
El actuar en política es una materia propia a los laicos de la Iglesia, y no a la jerarquía. Son principalmente los laicos aquellos a los cuales les corresponde transformar la sociedad, traspasándola con los valores y criterios del Evangelio, como la forma concreta de plasmar el Plan de Dios en esta tierra. En la medida que los laicos asuman con creatividad y lucidez la tarea de unir fe y política, se podrá materializar una sociedad que responda realmente a las propuestas valóricas implícitas en el Evangelio.
Es relevante e indispensable que se abra paso a gente con mente renovada, con perspectivas actuales, sin prejuicios, capaces de construir la política del hoy y del mañana.
Obispo Carlos González C.
Agregar que después de leerla, renuevo mi compromiso con la huella central de los principios humanistas del Evangelio. Es por ello que, junto a un grupo de amigos democratacristianos, hemos trabajado durante los últimos meses un documento que recoge el desafío de Monseñor González y que hemos hecho público en el día de hoy : "Atrévete: Para que Chile Progrese con Valores".
EL SENTIDO DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA
Mayo, 2003
Las ideologías pasan, las respuestas a una sociedad en constante cambio se ven desafiadas a la solución de nuevos problemas, pero el mensaje del Evangelio y la dignidad del hombre como ser hecho a la imagen y semejanza de Dios siguen vigentes, y pidiéndonos respuestas que estén a la altura de los desafíos que los tiempos nos plantean.
Al recordar los tiempos de la Marcha de la Patria Joven, es conveniente preguntarse ¿Qué movía a aquellos jóvenes a hacer dicho esfuerzo?. Se sentían identificados con las respuestas que daba el Partido a los problemas de la sociedad chilena; había un diagnóstico acertado y aceptado como correcto. El país tiene hoy una problemática muy distinta a la de otros escenarios históricos, y pareciera que la respuesta que se propone se ha desdibujado; y no se ve la huella central de los valores humanistas del Evangelio, sino más bien una visión excesivamente centrada en lo coyuntural más que en lo que está en la raíz de los problemas. No se ve por parte de la democracia cristiana un recordar esos valores humanos tan centrales, los de las Bienaventuranzas, los de San Francisco de Asís.
No se ve, en términos externos, que se cuestione un sistema económico actualmente imperante en Chile, profundamente capitalista, no equitativo, no solidario, y por ello poco humanitario; esas banderas de lucha han sido, descuidadas por la Democracia cristiana. No se ve externamente, cual es la propuesta de la DC, en términos que lo diferencien de otros partidos. Ese desperfilamiento de las propuesta ha sido un motivo fundamental de los fracasos electorales de las recientes elecciones.
Es indispensable replantearse qué significa hoy un concepto de humanismo cristiano. Ello requiere previamente entender el mensaje de Jesucristo y cuáles son las características reales de las sociedad actual, distinta a los tiempos en que se fundó de la Falange y la DC. Debe actualizarse el diagnostico frente a los diversos problemas, tanto éticos valóricos, económicos, culturales y no continuar con la inercia actual de seguir únicamente en la temática de la coyuntura inmediata y las cuotas de poder que buscan mantenerse y mejorar.
El poder tiene sentido cristiano en cuanto es poder para servir, en especial a los más débiles, a los que no tienen voz, a los preferidos de Jesús. El poder no es para ascender económica y socialmente, no es sino para construir una sociedad más humana, no es para perpetuar grupos o intereses personales, sino para potenciar las capacidades de toda la comunidad nacional. La política es una herramienta de servicio, y por ello posee una capacidad de caridad a nivel masivo, en sentido cristiano, que le da a la actividad política un rango de nobleza e identidad.
No bastan las buenas maneras, no basta la habilidad, "la muñeca", sino que se requiere verdad, convicción y entrega personal, posponiendo los intereses de poder y los personalismos.
En estos tiempos el desafía para los partidos humanistas es el capitalismo excesivo, la economía del dinero por el dinero, que carece de una visión humana, social y de verdadero mercado, en que solo el dinero es lo relevante, olvidando que el sentido de la sociedad es la persona.
El actuar en política es una materia propia a los laicos de la Iglesia, y no a la jerarquía. Son principalmente los laicos aquellos a los cuales les corresponde transformar la sociedad, traspasándola con los valores y criterios del Evangelio, como la forma concreta de plasmar el Plan de Dios en esta tierra. En la medida que los laicos asuman con creatividad y lucidez la tarea de unir fe y política, se podrá materializar una sociedad que responda realmente a las propuestas valóricas implícitas en el Evangelio.
Es relevante e indispensable que se abra paso a gente con mente renovada, con perspectivas actuales, sin prejuicios, capaces de construir la política del hoy y del mañana.
Obispo Carlos González C.
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