A continuación les dejo una columna que escribí para el diario ciudadano El aMaule respecto de las lecciones que nos deja el caso de María Música Sepúlveda sobre los distintos tipo de personas que componen el país.
Espero sea de su interés y puedan aportar con sus comentarios.
¿Somos todos iguales?
En Chile, que una escolar le falte el respeto a una “autoridad”, es mucho más importante que atacar a los conductores del Transantiago, molestar y golpear a sus compañeros de estudios, etc.
El consejo de profesores del Darío Salas tomó la decisión de cancelar la matrícula (en el hecho expulsar) a María Música Sepúlveda por haberle arrojado agua a la ministra de educación Mónica Jiménez.
El director del Liceo manifestó que la actitud de la estudiante “comprometió gravemente el prestigio del colegio” y que implicó una agresión “física y moral a una autoridad de Estado”. Estos argumentos demuestran que en Chile existen al menos, dos tipos de ciudadanos. Los primeros, somos la gran mayoría de los chilenos, personas normales que trabajamos o estudiamos con esfuerzo y dedicación todos los días. Los segundos, son las “autoridades”, personas que por ocupar cargos de poder (ya sean electos o nominados) son considerados como intocables.
En el caso de Música existió una lapidación pública, o sea, un juicio social inmediato respecto de su actuar. Desde el momento en que los medios de comunicación mostraron la imagen de la ministra mojada, el futuro de esta estudiante ya estaba determinado.
Entonces, la pregunta que me hago ¿Qué hubiera pasado si María Música le hubiera arrojado el agua a un guardia de seguridad de una tienda? Seguramente nada. Porque de lo que se le acusa no es de arrojar agua a una persona, sino de un “atentado a la autoridad". En Chile, que una escolar le falte el respeto a una “autoridad”, es mucho más importante que atacar a los conductores del Transantiago, molestar y golpear a sus compañeros de estudios, etc.
Si queremos construir una sociedad más justa y participativa, no pueden existir dos clases de ciudadanos. Por eso, necesitamos que en Chile existan espacios reales de diálogo y debate entre la sociedad civil y el gobierno que den cuenta del respeto recíproco entre los distintos actores y de la voluntad de llegar a acuerdos que favorezcan a todos los chilenos.
Condeno la acción de tirarle agua a otra persona y condeno la forma como expresó sus frustraciones, pero no puedo condenar a María Música porque si ella, de 14 años actuó de esa manera, es mi problema, es nuestro problema que, como sociedad, no estamos dando los espacios mínimos de participación efectiva y de educación en valores.
Tenemos que ser capaces de asumir nuestras responsabilidades y de asegurar espacios de formación, diálogo y participación que nos permitan construir entre todos un mejor país. No es aceptable que todo el peso del agua lanzada a la Ministra recaiga en una adolescente.
No busquemos al culpable en las otras personas, veamos nuestros propios comportamientos de manera crítica. Para ello invito a quienes lean esta columna a que asumamos una ética de la responsabilidad. Soy un convencido de que la responsabilidad de construir un país más justo y democrático depende de cada uno de nosotros. Es fundamental que todos nos comprometamos para mejorar sustancialmente la vida de quien tenemos al lado y que necesita apoyo.
Con una ética de la responsabilidad, construiremos nuestra sociedad en base a nuestros derechos y a nuestros deberes. Así los valores de la honestidad, el esfuerzo, el respeto, y la participación serán los pilares del progreso con valores que Chile necesita.
Espero sea de su interés y puedan aportar con sus comentarios.
¿Somos todos iguales?
En Chile, que una escolar le falte el respeto a una “autoridad”, es mucho más importante que atacar a los conductores del Transantiago, molestar y golpear a sus compañeros de estudios, etc.
El consejo de profesores del Darío Salas tomó la decisión de cancelar la matrícula (en el hecho expulsar) a María Música Sepúlveda por haberle arrojado agua a la ministra de educación Mónica Jiménez.
El director del Liceo manifestó que la actitud de la estudiante “comprometió gravemente el prestigio del colegio” y que implicó una agresión “física y moral a una autoridad de Estado”. Estos argumentos demuestran que en Chile existen al menos, dos tipos de ciudadanos. Los primeros, somos la gran mayoría de los chilenos, personas normales que trabajamos o estudiamos con esfuerzo y dedicación todos los días. Los segundos, son las “autoridades”, personas que por ocupar cargos de poder (ya sean electos o nominados) son considerados como intocables.
En el caso de Música existió una lapidación pública, o sea, un juicio social inmediato respecto de su actuar. Desde el momento en que los medios de comunicación mostraron la imagen de la ministra mojada, el futuro de esta estudiante ya estaba determinado.
Entonces, la pregunta que me hago ¿Qué hubiera pasado si María Música le hubiera arrojado el agua a un guardia de seguridad de una tienda? Seguramente nada. Porque de lo que se le acusa no es de arrojar agua a una persona, sino de un “atentado a la autoridad". En Chile, que una escolar le falte el respeto a una “autoridad”, es mucho más importante que atacar a los conductores del Transantiago, molestar y golpear a sus compañeros de estudios, etc.
Si queremos construir una sociedad más justa y participativa, no pueden existir dos clases de ciudadanos. Por eso, necesitamos que en Chile existan espacios reales de diálogo y debate entre la sociedad civil y el gobierno que den cuenta del respeto recíproco entre los distintos actores y de la voluntad de llegar a acuerdos que favorezcan a todos los chilenos.
Condeno la acción de tirarle agua a otra persona y condeno la forma como expresó sus frustraciones, pero no puedo condenar a María Música porque si ella, de 14 años actuó de esa manera, es mi problema, es nuestro problema que, como sociedad, no estamos dando los espacios mínimos de participación efectiva y de educación en valores.
Tenemos que ser capaces de asumir nuestras responsabilidades y de asegurar espacios de formación, diálogo y participación que nos permitan construir entre todos un mejor país. No es aceptable que todo el peso del agua lanzada a la Ministra recaiga en una adolescente.
No busquemos al culpable en las otras personas, veamos nuestros propios comportamientos de manera crítica. Para ello invito a quienes lean esta columna a que asumamos una ética de la responsabilidad. Soy un convencido de que la responsabilidad de construir un país más justo y democrático depende de cada uno de nosotros. Es fundamental que todos nos comprometamos para mejorar sustancialmente la vida de quien tenemos al lado y que necesita apoyo.
Con una ética de la responsabilidad, construiremos nuestra sociedad en base a nuestros derechos y a nuestros deberes. Así los valores de la honestidad, el esfuerzo, el respeto, y la participación serán los pilares del progreso con valores que Chile necesita.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario