viernes, junio 02, 2006

Vendrán Tiempos de Inestabilidad


Marcelo Trivelli
1º de junio de 2006



Durante los últimos dieciséis años, la sociedad ha supeditado su comportamiento al orden y la estabilidad. La política vivió una larga y exitosa transición desde la dictadura a la democracia cuidando las formas y con soluciones técnicas. La economía se abrió al mundo, atrajo grandes cantidades de inversión extranjera y tuvo acceso a bajas tasas de interés por el bajo riesgo país, los medios de comunicación transmitían la “versión oficial” de un país próspero, ordenado con altos grados de gobernabilidad.

Mientras los macro equilibrios sociales, económicos y políticos pasaban a la categoría de paradigmas inamovibles y la agenda estaba copada por propuestas técnicas, las personas se enfrentaban a una vida llena de incertidumbres y riesgos nunca antes vividos en Chile. ¿Cuánto tiempo mantendré mi trabajo?. ¿Qué haré en caso de una enfermedad?. ¿Lograré formar familia para toda la vida?. ¿Cómo viviré mis años de vejez?. ¿Cuándo me tocará el turno de ser asaltado?. ¿Cómo obtendré una educación de calidad para mis hijos?. Son preguntas que angustian a las chilenas y chilenos, además de muchas otras que surgen de las inequidades que vivimos todos los días.

Una mirada desde la Concertación nos decía “crecimiento con equidad”, mientras que desde la derecha surgió, a fines de los ‘90, una propuesta de intervención de carácter “cosista”: preocuparse por los problemas de la gente. Esta última, caló muy hondo en la sociedad individualista que estábamos construyendo, dando grandes dividendos electorales a la Alianza por Chile y adoptada por los gobiernos de la Concertación, con su máxima expresión en la promesa de implementar 36 medidas en los primeros 100 días de Administración de la Presidenta Bachelet. Ambas soluciones, Concertación y Alianza eran técnicas y la diferencia era dónde y con qué énfasis se asignaban los recursos.

Los conflictos se solucionaban con recursos económicos. La solución era técnica, manejada por tecnócratas y asistida por políticos. Así se hizo la transformación de los puertos, el cierre de las minas del carbón, el estatuto docente de los ‘90, el AUGE, la Jornada Escolar Completa, la construcción de más de un millón de viviendas, sólo por citar algunos. Hoy, eso terminó. Las demandas estudiantiles que estamos viendo no son sólo de recursos -gratuidad de la PSU y de transporte público- y quien así lo crea, se equivoca, tal como se equivocó la autoridad al evaluar el movimiento estudiantil.

Los estudiantes secundarios se han movilizado de manera magistral; la organización, efectividad, cantidad y coherencia en las propuestas no son sólo por su capacidad de tener acceso y saber utilizar las nuevas tecnologías, sino que demuestran su capacidad para establecer redes de cooperación y confianza, no dejarse manipular ni instrumentalizar por las generaciones anteriores y sus organizaciones y, por sobre todo, de hacer realidad los valores sociales que estaban dormidos y que se hacían presente en el discurso y ausentes de la acción.

Los cambios de época no sólo responden a innovación tecnológica, sino que a cambios de paradigmas. Lo que hemos visto estos días es que ya tenemos -en presente y no en futuro- una generación que está dispuesta a cuestionar los macro equilibrios social, económico y político. Ya muchos alaban y dan apoyo al movimiento y, seguramente, otros chilenos se irán sumando a este nuevo carácter de la sociedad chilena. La demanda social ya no será sólo por recursos sino por un cambio social.

Vendrán tiempos de inestabilidad, de incertidumbre y riesgo en la sociedad como un todo. Tendrán expresión colectiva los sentimientos individuales y familiares y dependerá de la capacidad de la clase dirigente, si aborda esta situación con la chequera en la mano o avanzamos en construir los cimientos de un nuevo orden social.

Como muy bien expresó César Valenzuela, vocero de los estudiantes, y parafraseando con conocimiento o sentido común a Ronald A. Heifetz (Harvard) en su libro “Liderazgo: Sin Respuestas Fáciles”, el problema no es técnico, sino político. Las soluciones técnicas son para satisfacer necesidades y demandas individuales, mientras que las soluciones políticas son respuestas para una demanda de cambio social.

El gran desafío que enfrentamos entonces, es ser capaces, como sociedad, de abrir una conversación política con responsabilidad. Si lo logramos, habremos dado un paso mas en el camino al desarrollo integral, si fracasamos, seguiremos profundizando la inequidad o desembocaremos en una alternativa de carácter populista.

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